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Acto I, Escena II
Otelo y el Dux de Venecia.
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OTELO: Era su padre muy amigo mio, y con frecuencia me convidaba, gustando de oirme contar mi vida año por año: mis viajes, desastres, peleas y aventuras. Todo se lo referí, cuanto me habia sucedido desde mis primeros años: naufragios y asaltos de mar y tierra, en que á duras penas salvé la vida: cómo fuí vendido por esclavo: cómo me rescaté, y cómo peregriné por desiertos, cavernas, precipicios, y rocas que parecen levantarse a las nubes: le hablé de los antropófagos caribes que se devoran los unos á los otros, y de aquellos pueblos que tienen la cabeza bajo los hombros. Desdémona escuchaba con avidez mi relacion, levantándose á veces cuando la llamaban las faenas de la casa, pero volviendo á sentarse en cuanto volvia, y devorando con los oidos mis palabras. Yo lo advertí, y aprovechando una ocasion favorable, hice que un dia estando á solas, me pidiese la entera relacion de mi vida. La hice llorar, contándole las desgracias de mis primeros años, y con lágrimas y sollozos premió mi narracion, que llamaba lastimosa y peregrina. Me dió mil gracias y acabó diciéndome que si algun dia era yo amigo de algun amante suyo, le enseñase á contar aquella historia, porque era el modo más seguro de vencerla. Esto me dijo. Ella me amó por mis trabajos, victorias y desdichas. Yo la amé por su compasion, y no hubo más sortilegios. Aquí llega Desdémona que puede dar testimonio de ello.