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Acto II, Escena IV
Isabella sola.
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ISABELLA:
¿A quién me he de quejar? Si lo contare,
¿Quién me iba a creer? Boca terrible,
Donde encerrada está la misma lengua
Que condena y que absuelve, y á humillarse
En su presencia a la justicia obliga,
Pues cebando un anzuelo con lo justo
Y el otro con lo injusto, a su apetito
Deja libre elegir. Veré a mi hermano;
Aunque víctima fue de sus pasiones,
De tal manera en él la honra arraiga,
Que, aunque veinte cabezas poseyera,
En veinte tajos él las depondría
Antes de que su hermana mancillase
Con tan mortal depravación su cuerpo.
Vive casta, Isabel, aunque en la tumba
Por ello tenga que dormir tu hermano.
Antes su vida que mi amor sucumba.
Sabrá lo que de mi quiere el tirano,
Y ya dispuesto para el duro trance
Su espíritu descansa eterno alcance. (Vase.)