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Acto III, Escena II
Hermione, Leontes y el Juez.
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HERMIONE:
Puesto que todo cuanto yo dijere,
Contradecir mi acusación sería,
Y atestiguarlo por mi parte puedo
Sólo conmigo misma, nada vale
Pregonar mi inocencia ante vosotros.
Mi rectitud, que falsedad se estima,
Falsedad juzgaréis al pregonarla.
Mas ved. Si desde el cielo se contemplan
Las humanas acciones, como creo,
Si eso sucede, la inocencia mía
Hará que se sonroje la calumnia,
Y mi resignación a la justicia
Estremecerse hará. Tú, dueño mío,
Aunque no lo parece, como nadie
Sabes que he sido en mi pasada vida
Tan continente, virtuosa y pura
Como infeliz ahora, y no se ha visto
Más infelicidad, ni la ha inventado
Para mover al público el ingenio.
Porque ved. Copartícipe del trono,
Yo del lecho real la compañera,
Hija de Reyes poderosos, madre
De un príncipe colmado de esperanzas,
A perorar y a discutir me obligan
Para salvar mi honra y mi existencia
Ante cualquiera que quisiere oírme.
Aprecio mi existir en lo que valen
Mis penas, que excusarme deseara.
Mi honor es transmisible a mi familia,
Y eso aquí vengo a defender tan sólo.
Señor, apelo a la conciencia tuya.
Antes que Polixeno visitase
Tu corte, ¡cuánto tú no me estimabas!
¡Cuánto tu estimación no merecía!
Desde que vino, ¿qué de extraordinario
Hice yo para verme cual me veo?
Si de hecho o de intención, en solo un punto,
Traspasé yo de la virtud las lindes,
De pedernal sus corazones tengan
Para mí mis oyentes, y mis deudos
Griten «¡baldón!» ante la tumba mía.