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Acto III
La Nodriza, Fedra y el coro.
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NODRIZA: Señora, en verdad que tu desdicha me ha producido un temor terrible; pero ahora comprendo que era yo una insensata. Entre los hombres, los pensamientos posteriores son más prudentes que los primeros. Lo que te pasa nada tiene, en efecto, de extraño ni de irrazonable. Se ha cernido sobre ti la cólera de una Diosa. ¡Amas! ¿Qué hay de sorprendente en eso? Te ocurre lo que á innumerables mortales. ¿Y vas á hacer perecer á tu alma por culpa de ese amor? En verdad que nadie amaría en lo sucesivo, si fuera necesario morir por haber amado. Porque Cipris es invencible cuando se precipita con violencia. Trata dulcemente á quien se somete; pero cuando encuentra un corazón arrogante y fiero, ¿cómo orees que se apodera de él y le vence? Cipris vuela por el Eter y se sumerge en las olas del mar. Todas las cosas nacen de ella. Ella hace germinar y da el amor, que á todos nos ha engendrado en la tierra. Cuantos conocen los escritos de los antiguos y se entregan asiduamente al estudio de las musas, saben de qué manera Zeus deseó en otro tiempo á Semele; saben cómo la espléndida Eos se llevó á Céfalo entre los Dioses, á causa del amor que por él sentía. Sin embargo, esos Dioses habitan siempre en el Urano, y no huyen de los demás Dioses, y supongo que sufrirán el destino que los obliga. ¿Y no sufrirás tú éste? Si no te sometes á esas leyes, será porque tu padre te engendrara en ciertas condiciones y bajo el poder de otros Dioses. ¿Cuántos hombressanos de espíritu crees tú que hay, que, al ver mancillado su lecho nupcial, fingen no ver nada? ¿Y cuántos padres que ayudan á los amores culpables de sus hijos? Entre las precauciones hábiles de los hombres, es prudente la de ocultar las cosas deshonestas. No conviene que los mortales lleven una vida demasiado severa, como no es oportuno decorar demasiado el techo de la morada. ¿De qué modo piensas salvarte de la calamidad en que has caído? Pues si, siendo mortal, disfrutas de más bienes que males, puedes estar contenta. ¡Oh querida hija! desecha tus malos pensamientos, cesa de ultrajar; porque pretender elevarse por encima de los Demonios, no es nada menos que ultrajarlos. Soporta valientemente tu amor. Lo ha querido un Dios, y lleva á buen fin el mal que te consume. Hay hechizos y palabras calmantes. Se encontrará remedio á tu mal. En verdad que los hombres tardarían en inventar algo, si las mujeres no halláramos secretos.